EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


viernes, 20 de junio de 2008

Escuelas Aguirre


Aquí donde me veis, tan pequeña y poca cosa, ayer tuve ocasión de encaramarme en lo alto de la torre. Ni os cuento lo bien que se ve todo desde esta altura.
Para repetir.
Y hace dos noches, escuchando a Pedro Iturralde (http://www.pedroiturralde.org/). Para repetir también.
Y Pepe, negro de envidia. No aprende.

4 comentarios:

Paul Spleen dijo...

Las Escuelas Aguirre son las que están en Madrid y en las que se habla catalán, ¿no?

Tengo un folletito de ésos, por cierto, pero gracias por el de este año.

Alejandra dijo...

Así es: catalán y algo de euskera. Y están en un costado del Retiro, para más señas.
Cosas de la vida, Paul: cuando me recorría aulas y pasillos, me encontré en un rinconcito a una señora, Nawal, para más señas, sentada en un ordenador preparando cosas. Le iba a decir que hacía escasos días que había hablado de ella con Paul Spleen. Pero me arriesgaba a tener que dar alguna explicación. Así que nos sonreímos cordialmente y cada una siguió su camino.

Paul Spleen dijo...

Mira que es rara Nawal, ¿eh?: ¿a quién se le ocurre sentarse en un ordenador a preparar cosas? ¿Es que no había sillas allí? ¡Esto es un ultraje!

Me veo en la obligación de preguntarle una cosa. Cuando usted transcribe «Alejandra» con el alifato, ¿qué letra usa para la última «a»? Porque los árabes son muy suyos con eso de que hay que poner un álif maqsura o una ta marbuta, pero, así, entre usted y yo, el árabe es casi tan lengua materna para ellos como para nosotros, así que no me fío. En nombres como Sara no, claro, pero yo pongo siempre un álif normal, un álif esbelto como una catedral, y me quedo tan a gustito. Ilumíneme, por favor, que ya es tarde.

Alejandra dijo...

Mi querido amigo:

Nawal es rara, sí. Pero más rara soy yo que le puse cara de besugo al horno como si la conociera de toda la vida (que casi es verdad) pero pretendiendo de ella la misma cara (de mero a la plancha). Como le digo, cosas de la vida.

A lo que vamos. No ha habido ni moro ni cristiano en toda la morería conocida y en mis veinte años de morunez académica, que hayan escrito mi nombre con ta marbuta ni maqsura, ni que se lo haya recomendado el Profeta. Es más. No ha habido Dios que haya acertado con la cosa. Lo más parecido a mi nombre es lo que aparece en mi antiguo permiso de residencia y trabajo en Siria donde la cosa terminó en una discusión de una arabista con un policía del Hiyra wa-l-yawazat del barrio del Baramke damasceno.
Se empeñaron ellos en que la cosa era así: Alí Jandra. Con lo que ya puede usted imaginar que pasé por hija de Alí durante seis años de mi vida porque a un pollo madero se le puso entre la nalga izquierda y la derecha. Así que ya nunca más me preocupé de ver si aquello terminaba en marbuta o maqsura porque si empezábamos por Alí, bastante nos importaba lo de Jandra.
El caso es que hace usted bien en ponerle un alif esbelto. Es lo que yo llevo haciendo desde que me salieron los dientes en el alifato y descubrí la maldición de mi vida: la hamza. Algún día le cuento mi vida con la hamza, justo ahí, en la Región de Murcia.
Espero que le valga la explicación y le ilumine en su caminar.
La marbuta que se la pongan de peineta y con la maqsura, puede hacerse una percha para colgar el albornoz.
Se me ocurre.