EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


martes, 10 de junio de 2008

1979-1989



Y después del destierro soriano, vuelta a la primera casa.
Este Cuenca II lo relaciona una con la última etapa de la enseñanza religiosa (esta vez con Josefinas, que pasó una de las Escolapias a las otras y de las otras a las unas, como la falsa "monea"). El caso es que a la hora de iniciar mi bachillerato, dije de liberarme de aquello. ¿Que por qué? Porque sí, porque me tenían frita, porque les guardaba poco aprecio, porque les tenía menos cariño, porque mi hermanico disfrutaba gamberreando en un instituto público y yo quería ser como él. Porque había hecho la Primera Comunión con unas flores en la cabeza y en la capilla de aquel colegio y quería deshacerme de ese recuerdo.
Porque me habían contado que había chicos, seres de otro sexo, absolutamente desconocidos y yo andaba hormonando y con la curiosidad de ver cómo eran esos otros seres (que para nada relacionaba yo con los dos ejemplares que tenía en casa, padre y hermano). Porque quería saber si era cierto que había profesores varones. Porque quería ir a un sitio con un nombre tan sonoro como I.B.Alfonso VIII. Porque me daba la realísima gana. Porque me hartaban las pedorreces monjiles. Porque no quería hacer más mis labores. Porque intuía que me iba a enamorar ya de mi profesor de lo que fuera (que luego no hubo modo porque frisaban todos los ochenta años y no se jubilaban ni para Dios, pero mira que le ponía ilusión yo a un posible enamoramiento). Porque de ahí, creía que se llegaba al cielo. Porque me parecía todo más humano. Porque no tenía que ir a misa. Porque no tenía nada que confesar. Porque el pincho de tortilla de la cafetería era infinitamente mejor que la bollería infecta de la cafetería monjil. Porque podía ir caminando. Y porque creía estar librando una gran batalla y en venganza del único y último campamento monjil que había sufrido en Puebla de Sanabria. Y creía luchar contra todos los elementos adversos (cuando en realidad, no me hizo nadie ni puto caso).
Pero así fue.
Me crié a los pechos de un señor llamado Alfonso VIII y aún hoy, me siento orgullosa de aquella hazaña. Nunca volví a ir a un campamento y me juré venganza en un viaje de quinceañera a Londres (que tuvo su miga). Además, casi con mi generación, aquel instituto dejó de ser el "masculino" y se convirtió en mixto. En realidad, convertimos aquello en un lupanar en potencia y la vieja guardia nos criticó a todas. Pero aquellos muros cogieron un airecillo hormonado, de hormonas mixtas, claro, que eran la gloria castellano-manchega.
Cuando toda aquella algarabía terminó, tanteé la idea de irme a Granada. Para finalmente, terminar en Madrid aún siendo menor de edad. Por mis pecados.

4 comentarios:

Paul Spleen dijo...

Dra. Ortega, me tiene usted en ascuas: ¿cómo llegó usted a la algarabía?

Anónimo dijo...

Alex, hamdulilah que te viniste a Madrid, que si no, no nos habríamos conocido. Aunque igual habríamos coincidido y compartido cuscus en Los Jardines en la época de becarias en Túnez... aunque ya sabes que yo los cuscuses no los comparto ni con mi progenitora

Alejandra dijo...

Dr.Spleen: tenga paciencia que todo llegará en su justo momento. Incluída la algarabía. Llegué como llega todo Dios. Sin saber muy bien lo que se hace. Es más. Desde ese momento del relato han pasado, nada menos, veinte años. Y no se crea que después de dos décadas, tengo claro el momento en que tomé ese rumbo. Lo que sí tengo claro es que no me arrepiento de mis pecados. Todo lo contrario.

Alejandra dijo...

Mónica, querida: Nos hubiéramos conocido en la Fatouma Bourguiba, eso fijo. Y yo habría preguntado a todo el mundo que quién coño era esa becaria madrileña que se comía el cuscús de cinco en cinco kilos y no miraba ni a derecha ni a izquierda mientras engullía su ración. Y esos bocadillos de "harissa" a las cuatro de la tarde con cincuenta grados a la sombra. Pero sí, estaba de Dios que nos conociéramos en Madrid. Y bien que me alegro.