EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


miércoles, 30 de marzo de 2011

Un regalo

Un regalo que hoy me hicieron y que me apetece compartir. Donde pongo la vida pongo el fuego de mi pasión volcada y sin salida. Donde tengo el amor, toco la herida. Donde dejo la fe, me pongo en juego. Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego vuelvo a empezar, sin vida, otra partida. Perdida la de ayer, la de hoy perdida, no me doy por vencido, y sigo, y juego lo que me queda: un resto de esperanza. Al siempre va. Mantengo mi postura. Si sale nunca, la esperanza es muerte. Si sale amor, la primavera avanza. Pero nunca o amor, mi fe segura: jamás o llanto, pero mi fe fuerte. Ángel González

lunes, 28 de marzo de 2011

20 euros

Hoy, a la salida de la estación de Atocha, le he dado veinte euros a un hombre que decía venir de África, que no hablaba español, que decía haber perdido un tren y tener que coger un autobús para Barcelona y que lloraba y temblaba. No llevaba encima más que una mochila pero el temblor y el llanto eran reales. Inevitablemente, por el escenario y la situación, no he podido dejar de recordar la famosa escena del timo de la estampita. Por un momento, miré a izquierda y a derecha, por si me estaban grabando o por si veía algo anómalo.

De pronto, he pensado que lo más normal era pensar que el tipo decía la verdad. Que si el tipo decía la verdad, era verdad que necesitaba veinte euros. Que si yo le tenía delante y era un tipo correcto y educado, no tenía por qué no creerle. Sin darle más vueltas, le he dado los veinte euros. Timo o no, el llanto y el temblor eran reales. Y por veinte euros, no me vengo a mi casa pensando que no lo hice. Si fue una estafa, eso lo pienso ahora, tampoco nadie me obligó a hacerlo. Ni fui obligada, ni fui presionada, ni nada en la situación me obligó a sacar los veinte euros.

Si no lo fue, el tipo estará llegando a estas horas a Barcelona y a lo mejor cuenta que alguien le ayudó. God bless you, me dijo al irse. En cualquier caso, hoy tengo veinte euros menos y, lo puedo asegurar, ningún remordimiento que ofrecerle a la noche.

Es lo que hay.

jueves, 24 de marzo de 2011

La de los lirios

Hoy es jueves lo que no deja de ser una buena noticia porque significa, inevitablemente, la proximidad del viernes. Cosa obvia pero que me gusta decir por aquí porque así recuerdo que las semanas tienen sus días y que, incluso, hay fines de semana que llegan. Otra obviedad, claro. Pero me lo escribo para terminar de creerlo. Que no es poco.

Escucho en este jueves que la portavoz del gobierno sirio dice que va a haber cambios. Si a la de Túnez se la llamó la revolución de los jazmines, bien podríamos llamar a este la oferta de los lirios, que pensará este jovencito que alguien le cree en su país y fuera de él. Lástima del pueblo sirio y lástima de todos sus males. Tres discursos, tres y espero que caiga también. De oca en oca y tiro porque me toca. En homenaje, claro, en homenaje al pueblo sirio va esta entrada.

lunes, 21 de marzo de 2011

Reencuentro

Hoy reencontré por la red de redes a una persona cuya última imagen para mí era la de una niña de no más de once o doce años. Impresiona el reencuentro, saber que la niña ya no existe, que es una madre de familia, que se acuerda de ti con pelos y señales y que sabe de trozos de tu infancia cosas que tú misma no recuerdas. Son casi treinta y dos años de vuelta al pasado por mi parte y provoca cierto vértigo. La cabeza recuerda ahora palabras, gestos, calles, risas, paisajes. Momentos de mucha seguridad. Todo lo que tenía que pasar, pasó después. Entonces no pasaba nada. Se vivía, se reía, todo era eterno, ibas y venías porque era así y ni de lejos se pensaba en una separación porque todo duraba para siempre y era hermoso en mis recuerdos infantiles.

Vértigo y felicidad. Trozos pequeños de hace demasiados años pero que pudieron haberse perdido. Me alegra el reencuentro.

sábado, 19 de marzo de 2011

Siempre

Siempre podré contar a mis hipotéticos nietos y potenciales amantes que estuve en Túnez a los treinta días de la caída de Ben Alí y en Egipto a otros tantos de la salida de Mubarak. Puede que para ese momento mis nietos no sepan ni quién era Ben Alí ni el sórdido Mubarak o que mis potenciales amantes estén poco interesados. Pero a mí me dará igual: cual abuela cebolleta o Mata Hari rediviva contaré estas cuestiones porque me llenan de orgullo. En un único sentido: el de poder haber sentido de cerca la valentía, la nobleza, la alegría, el temor, por qué no pero la esperanza en los ojos de tanta gente.
Así que quien avisa no es traidor. Ojo a mis hipotéticos hijos y nietos y a mis potenciales amantes. No os pongáis a tiro porque entro en una etapa de mi vida en que, amén de casi cuarentona, me convierto en el terror de las narraciones. Y con mucho gusto. No en vano lo que está sucediendo no es algo pequeño. Más bien todo lo contrario.
Prepárense, pues y huyan en cuanto puedan.

Una mañana normal

Lo que se dice una mañana normal: léase, levantarse en mi cama, desperezarme como una sultana, no escuchar despertadores ni teléfonos de hoteles llamándome para coger un taxi a ningún aeropuerto, una cafetera (mi cafetera), un café (el que yo he elegido y no el agua clara del buffet del hotel), en estado de semidesnudez (es lo que hay), el sol brilla, las nubes se levantan, los pajarillos cantan.
Y tiempo, tiempo sobre todo para no hacer nada. Para ducharme o no. Para vestirme o no. Para pensar o no. Para lo que me venga en gana.
La gloria, ¿no?

domingo, 13 de marzo de 2011

Un gran día

Hay días hermosos, muy hermosos. El de ayer fue uno de ellos. Por muchos motivos. Traigo foto aquí porque no puedo evitarlo, porque me gustó, me emocionó y quiero conservar el momento con la alegría que se vivió. Un gran día.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuesta abajo y a por los cuarenta

Os diría que traigo aquí mi foto para que me conozcais pero eso sería una solemne estupidez porque casi todas las personas que entran aquí me tienen a diario y en directo. O si no, me conocen el careto. Me traigo aquí a mí misma porque de pronto, he descubierto que voy casi cayéndome hacia los cuarenta, irremediablemente, paso a paso, sin prisa pero sin pausa pero me quedan meses, nueve, un embarazo, no más, para convertirme en eso que siempre se ha dado en llamar "una cuarentona". Y la cosa no es floja, no. Porque voy a decir el topicazo aquél de que yo no me creo que vaya a por la cuarta década de mi vida, pero también sería una solemne estupidez.
Como fuere, aquí estoy. Para quienes me conocen, para que se refresquen la memoria. Para quienes no me ponen cara, que me la conozcan antes de que cumpla los sesenta (que será mucho peor). Y cuando me veo ahí, francamente, me acuerdo de la jubilación. Y pienso que veinte años no es nada, o treinta y que febril la mirada. También pienso, qué cosas, que es extraño cómo se llega a ser lo que se es, que no se es nada y qué malos caminos me llevaron hasta este día, hasta esta foto y hasta este blog. Y quiénes estuvieron y no estuvieron para que ahora me vea yo esta guisa. Y que la vida venga a encontrarme esta tarde con estos pelos.


domingo, 6 de marzo de 2011

La Pantera Rosa: una aficionada a mi lado

Un cajero se me tragó la tarjeta de crédito hace una semana, supuestamente, porque estaba caducada. La realidad es que me quieren encasquetar otra por la que tengo que pagar una comisión. Tampoco me funcionaba la cartilla porque la banda magnética está desprogramada por tanto paso por arcos de metales en aeropuertos. Una rotura de una tubería en mi edificio, inunda las cocheras y me deja el coche en el taller. Consecuentemente, llevo todo el fin de semana sin agua y sin ascensor (curiosamente, sí con calefacción). El teléfono móvil me deja de funcionar en este tiempo y lo cambio por otro (infinitamente más rústico pero que me sirver para lo que quiero de un teléfono: hablar por teléfono). A un tiempo, el coche que siempre me ha sido fiel, se quedaba sin batería. Por falta de tiempo, no he logrado lavar la ropa de las últimas dos semanas (y me he pegado el lujo de gastarme 200 euracos en ropa nueva, mira por dónde). Y todo esto que os cuento, ha sucedido en las últimas cuarenta y ocho horas.

La Pantera Rosa a mi lado es una aficionada.

viernes, 4 de marzo de 2011

Días de embriaguez

Hace unos años, dediqué un tiempo de mi vida a traducir una obrita de teatro de un dramaturgo sirio ya fallecido (Saadlla Wannus) que durmió para siempre en un cajón de mi casa por diversas razones que no vienen al caso. El caso es que el título lo traduje así, Días de embriaguez y ayer lo recordaba volviendo de mi viaje porque pensé que se me pintaba muy bien para lo que vivo estos días. No por nada sino porque la vorágine de las cosas que me rodean, de las tareas y de las personales, me llevan medio mareada, como en una especie de borrachera continua y agradecida. Ese momento de la pequeña euforia que a casi todos nos agrada porque nos hace valientes, vivarachos, lenguaraces y con un punto alocados. Pero que nos devuelve rápido a la realidad, donde las cosas son más serias, más plomizas e infinitamente más aburridas.
Así estoy, yendo y viniendo. No obstante, feliz. Mucho. Inquieta. Otro tanto.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Como en España o Ejpaña

A las cinco de la madrugada de hoy se encontraba una en el aeropuerto internacional de Ammán, Reina Alia, en Jordania. Las Reinas, como sabemos, son esas señoras que caminan al lado de los Reyes, que visten elegantemente a costa del pueblo que les paga la cuestión, que no deben de hablar cuando no les toca porque no tienen nada que decir, que patrocinan sus organizaciones, fundaciones, con mucho enfermo, lisiados muy lisiados, niños dejados de la mano de los dioses y así. A veces algunas que aspiran a Reinas no llegan a serlo porque se matan en accidentes de tráfico, lo ponen todo perdido y ya pierden glamour pero pasan a la Historia por la puerta grande por ser princesas tristes y desgraciadas. Y cornudas. Todo en uno.
Andaba yo a esas horas en el supramentado aeropuerto no porque me guste pasear a esas horas por tierras de nadie sino porque era la única manera de volver aquí, donde también hay una Reina y una Princesa, muy estilosa, según dicen y que ahora repite modelito porque estamos en crisis. Cuando de pronto, leyendo prensa, la nuestra, se encuentra de pronto con una dama republicana, la de Siria, también muy estilosa y muy acorde con el gusto monárquico (que diríase reinona de Oriente), muy a lo Rania y a lo Letizia. Salvando que con la que está cayendo me importan todas un bledo, como me importan un bledo sus peluqueras y estilistas, se preguntaba una a las cinco de la madrugada el bonito papel que aún hoy en día tenemos que jugar las señoras. Viendo una a estas señoras, que son unas señoronas muy monas y viendo a los gazaparrullos que tienen por esposos (incluída la difunta), me preguntaba que qué mal hemos cometido contra vosotros naciendo, aparte del delito de haber nacido.
No contenta con esa reflexión tan profunda (os recuerdo que eran las cinco de la madrugada), me siento al lado de unos que intuía coreanos pero han resultado ser compatriotas. Se ve que a esa hora no veo bien y que la miopía hace de las suyas. Dos parejas entraditas en años y carnes. Y ahí sí, he querido morir. Me he tragado la narración de todos los cruceros que habían hecho a lo largo de los últimos años (he calculado que con ese dinero podía yo haberme comprado tres parcelas para prevaricar después con algún ayuntamiento) y la lista era espeluznante. Todo ello, tanto dineral invertido para llegar a la conclusión que yo me temía. En el momento álgido de la conversación, una de las señoras viajadas dice: Ahora bien, como en España, ni hablar...
Acabáramos.
Esto de viajar, amigos, es muy duro. No os lo podéis ni imaginar.