De un destino menos exótico como pueda ser Alicante y donde ayer dormimos (plural mayestático), paso el domingo a dormir en Tel Aviv, luego vendrá Jerusalén, después vendrá Ramallah y después regresaremos al punto de origen.
Es la tercera ocasión que visito aquellas tierras en los últimos cuatros años. Es lamentable pero hay que decir que cada vez que voy, la sensación es peor, más angustiosa y cuesta encontrar algo que reconforte el espíritu aunque sea un rato. Son viajes que siempre angustian, desconciertan, descolocan un rato y dejan un poso amargo. Al menos a mí siempre me sucede así. Incluso en el antes, ya cuesta colocarse para no afectarse. También en el después, cuesta soltar lastre. Pero es lo que toca y así se hará.
En lo que me llegue el cuajo, nos veremos por aquí.