EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


viernes, 29 de abril de 2011

Me duele

Me duele el alma estos días. Me duele Siria.

domingo, 24 de abril de 2011

A veces...

A veces me pregunto por qué el televisor es un aparato que siempre me ha sobrado (de hecho, no lo tengo en casa) y, sin embargo, el ordenador es un aparato del que no puedo prescindir y con el que hago, podría decirse, una gran parte de mi trabajo y gran parte de las comunicaciones personales. Pero no sólo eso. Podría pasar horas muertas buscando cosas por Internet, leyendo historias, yendo, viniendo. Sin embargo, la televisión me aturde, me aburre, me hace sentirme idiota y sobre todo, me indigna su presencia omnipresente en restaurantes, bares, casas privadas. La escuchas, quieras o no quieras hacerlo. Y si pides que se baje el volumen o que se apague, se te mira como si estuvieras pidiendo algo inaudito. No digo nada si declaras no tener televisor en casa (como si fueras snob de nueva hornada cuando la realidad es que ya la odiabas desde el vientre de tu madre). Venía hoy pensando que si hay dos aparatos imprescindibles en mi vida son, sin duda, el ordenador y el coche. Me fastidiría enormemente prescindir de alguno de ellos. Prescindiría de televisor y microondas (de hecho, no los tengo en casa), del teléfono móvil (con todo el gusto del mundo), pero me costaría no tener el coche cerca y el ordenador. Y pensando en esto, mientras conducía, he llegado a la conclusión de que hay aparatos que me provocan sensación de sumisión y otros de libertad. Creo que ahí está la clave.

martes, 19 de abril de 2011

Compañero del alma, tan temprano...

A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero...


domingo, 10 de abril de 2011

Mal diseño

Cómo atraviesan las palabras. Sin querer, andaba haciendo recordatorio esta noche de las palabras que más me han dolido. Hacía el ejercicio también de recuperar las que más me han alegrado. Es curioso, ni de lejos, recuerdo la textura de las últimas como la de las primeras. De las primeras, creo, se queda todo. El momento, la persona, la cadencia, la mirada, el impacto. Se repiten como mantras a lo largo de los años. Vuelven una y otra vez. Hieren como su pronunciaron. Se quedan retumbando en la memoria. Las otras apenas ya saben a nada. Se diluyeron, las que alegraron, no alegran. No sirven. Las que dolieron siguen doliendo del mismo modo. Es y me resulta extraño el efecto pero las que debí haber olvidado, me siguen rondando. Las otras no vienen a paliar el desastre. Creo que por eso cada día me esfuerzo más por evitar que me hagan daño con la palabra. Con hacerlo yo misma. Es lo único que no se logra olvidar. Lo otro, pasa ligero y no alivia. Así de mal diseñada está la memoria.

sábado, 9 de abril de 2011

Frío

Últimamente, se da la casualidad de haber conocido la muerte en accidente de tráfico de un joven al que no conocía más que de oídas.

Aparte de la tragedia, y en este mundo internetiano, donde todo o casi todo puede saberse, conocía por casualidades diversas su página de facebook. Da frío, escalofrío, tropezar con ella por distintos motivos. Está suspendida en este universo virtual donde nos conocemos y nos hablamos como nunca imaginaron nuestros abuelos y parada en la fecha en la que sucedió la tragedia.

Nada se mueve, hay silencio, las caritas de los amigos están ahí también suspendidas y el silencio, será eterno. Dejamos ahí estos rastros, en twitter, facebook, blogs, correos electrónicos, supuestamente indelebles. Supongo que al paso de unos cuantos años, nuestros descendientes los verán cómo vemos nosotros los dibujitos de Altamira. Se hace extraña la idea: quedarse ahí suspendido, sin un hoy, sin nada qué decir, nadie que responda, con el silencio por delante hasta siempre. Y el dilema: podría eliminarse con más o menos dificultades. ¿Habría que hacerlo?

Me provoca frío encontrarlo cuando navego. Y dudo de qué querría que hicieran conmigo en el mismo caso.

domingo, 3 de abril de 2011

No te conozco

No te conozco de nada pero sé que hace unos días se te quebró la vida por mitad de tu espalda, lejos de casa, lejos de los tuyos. Decir que puedo saber por lo que estás pasando y pensando sería una arrogancia inaudita. No lo sé. Decir que de todo se sale sería otra: en realidad, creo que no se sale nunca de nada pero estamos aquí. En realidad, siempre he creído que se carga con cada cicatriz y con cada fardo que nos toca, sin remedio y hasta el final. Otra cosa será que aprendamos a caminar torcidos o con el gesto arrugado. Pero de nada se sale indemne y sin arrugas.

Tu cicatriz será grande, irremediable, de por vida. Una línea clara con un antes y un después. Cuando tus piernas se movían y cuando han dejado de hacerlo. No naciste así. Has conocido la libertad absoluta de ir con ellas hasta donde quisiste y la vida quiso llevarte. Decidir levantarte o no, girar o no a la izquierda o derecha, montar en bici, bajarte. En suma, con ellas has perdido también la libertad que mamaste ya en la cuna.

Y no sé qué decirte ni qué pensar. Desearte suerte, tal vez. Ya ni siquiera fortaleza. Suerte. Suerte a secas. La suerte de que vayas encontrando agarraderas en lo que queda de camino para olvidar que un día estuviste en el sitio equivocado, probablemente con la persona equivocada y en un tiempo que no te correspondía. Probablemente, suerte te deseo. Para olvidar el daño que te han hecho. Para inventarte una nueva libertad que venga a aliviarte las cicatrices del cuerpo.