EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


viernes, 27 de agosto de 2010

Ausencias

Vuelvo a Malaventuras, como la hija pródiga. Es cierto que el verano, las ausencias, y la cosa feisbukiana me han tenido un poco alejada de la cosa malaventuriana. Pero no cae en el olvido. Noche de casi luna llena, Ildo Lobo y sigo descansando. Queda menos para el retorno pero las pilas están cargadas para lo que haya de venir.

sábado, 14 de agosto de 2010

Granizo y emoción

Hoy ha caído una tromba de granizo en la ciudad de Cuenca de una duración de quince minutos, capaz de erizar los pelos a cualquiera. Lo digo porque yo, que me tengo por valiente, he dudado por algunos segundos de esto que digo. La gente ha rememorado otra de mayor intensidad de hace unos veintiocho años. De ésta, ni tan siquiera tengo memoria. Sólo la leyenda popular y los relatos urbanos que escuché después.

Sin embargo, lo importante de hoy no es el granizo. Ni la tormenta. Sino que he descubierto en alguien una capacidad preciosa de emoción, de empatía, de solidaridad, de preocupación, de verdadera emoción. Todo esto no tendría importancia de no ser porque ese alguien no cumple más que seis años. Pero en sus ojos había toda la madurez posible que puede haber a esa edad. Pero tan desbordante que me apasionó casi tanto como me apasiona una tormenta de verano. Simplemente porque me refresca el alma.

jueves, 5 de agosto de 2010

Caperucita morada

Érase una vez una Caperucita morada que le dijo su madre morada: Caperucita, ten cuidado que no hay ningún animal por el bosque; sólo cojines que los tienes que pisotear y luego tienes que ir a la casa de tu abuelita que está muy malita. Caperucita morada va saltando cojines, cojines y luego llegó a casa de su abuelita y le dijo: Hola abuelita, ¿qué tal estás?. Muy bien, vale, toma cómete esto. Vale, adiós.
Esto es lo que sucede cuando se pretende contar un cuento a un niño. Que te espeta el de Caperucita morada y no te deja salida. Copiado textualmente de sus palabras.
Y esta es la felicidad de las vacaciones. Ni más, ni menos.

lunes, 2 de agosto de 2010

Muchas veces me pediste...

...que te contara esos años.
Es el título del libro de Juan Cruz Ruiz que me ando leyendo en estos días. Me pierdo bastante en la lectura porque ando algo deshidratada con los calores pero vuelvo como si fuera un imán. Sobrevivo a los calores con el aire acondicionado y una maravillosa piscina prestada donde me meto a remojarme en solitario. Odio piscinas y playas pero esta piscina no es una piscina. Es simplemente un paraíso donde no hay nadie, o casi nadie, donde todo huele a limpio y ordenado y donde la soledad es posible. Eso es un lugar para un ser humano que pretende descansar. El resto, para mí, supondría una agonía innecesaria.
En el afán de no perder la memoria, me ha dado este verano por ir construyendo un gran árbol genealógico donde están todos los que compartieron, me legaron, comparten y heredarán algo de mi carga genética. En ese mismo afán, cuento historias a los más pequeños, voy a sitios donde sucedieron cosas, las regurgito como si fueran cuentecitos que pudieran asimilar y les cuento que, por mentira que parezca, todo eso sucedió y fue en un idioma del mundo, con gramática e historia.
Muchas veces me pediste que te contara esos años. No sé si a petición ajena o por impulso propio, ando contando esos años a quienes no los vivieron. En el extraño afán de querer pensar que servirá de algo.