EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


miércoles, 20 de agosto de 2008

Madrid I (89-94)

Madrid I me lleva al año 89 y hasta el 94. Hacía tiempo que no le prestaba atención a las ciudades vividas y aquí estoy. Madrid I comenzó como comienza todo en la vida. Sin pensarlo demasiado y sin darme cuenta de que me iba a chupar cinco años en la capital del Reino. El objetivo: la Universidad Autónoma de Madrid. Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales. La culpa de que yo llegara allí fue de un individuo que me dijo que estudiaba árabe y que era la pera limonera. Y yo le creí. Cuando me matriculé, encontré al individuo matriculado en Filosofía, traicionando al arabismo e intentando convencerme de que la Filosofía era lo que merecía la pena. Le dije que sí (como se le da la razón a un descerebrado) y seguí con mis moruneces. Sin arrepentirme, ni pestañear, ni mirar atrás, ni convertirme en estatua de sal.

Llegué tiernecica, muy tiernecica: con diecisite añitos. Y salí de allí, no diremos hecha una víbora, pero sí con la suficiente dosis de mala leche acumulada como para no acordarme de la criaturita que había llegado a la capital, cinco años antes. La culpa es, obviamente, de los madrileños (ahí lo teneis en bandeja quienes se den por aludidos) que no paran de correr de un lado para otro, de hacer colas y de salir disparados cuando la ocasión se lo permite.

Resumir cinco años de estancia en la capital no me cabe en este blog. Por tanto, diré que compartí mis tres primeros años de residencia en un piso con un señor que ya no existe y una señora que ya falleció.Tres eran tres. Cuando pienso en esta etapa, me siento como si se tratara del cartel de Pozoblanco. Y me da algo de vértigo, no vayan a pensar, aunque ya tengo asumido que de todo lo que allí se hablara durante aquellos tres años, sólo yo podría testificar. Eso, no lo vamos a negar, me deja en una mejor situación que mis difuntos compañeros de piso. Los dos últimos años cambié de domicilio. Aunque,francamente, hacía más uso de las instalaciones de la cafetería de la Autónoma y del piso de una amiga en la calle San Andrés que del mío propio.

Eso sí: haciendo honor a la verdad, diré que Madrid es mucho Madrid. Por más que siempre traiciono a la capital, no hay día que no rememore mis lejanos días madrileños, ni día que no le deba alguna risa a algún madrileño de pro. Que me ponen tierna, no lo puedo evitar.
Desde entonces, no he levantado cabeza. Fijaos si les debo cosas a los madrileños.

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