EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


sábado, 30 de agosto de 2008

Juego de cacerolas


Cosas del destino: hoy cambio de banco y traslado la nómina a otro. Resulta que la oferta que hace el banco en cuestión por domiciliar la nómina y dos recibos es de seis billetes de avión, ida y vuelta, a utilizar de dos en dos en los próximos tres años para destinos de Europa, norte de África (he preguntado si cubrían Egipto y han dudado) y vuelos nacionales. Hasta aquí bien, de no ser porque me paso media vida en un avión. La otra media en un aeropuerto esperando a coger el avión.

Con mi folletito en la mano, con los ojos llorosos y suplicantes, le digo a la señora que si no sería posible que me cambiara los billetes de avión por un buen juego de cacerolas, voliflón o telaflón o floflón, en el peor de los casos. Y un microondas, que me viene bien. La señora directora me mira con estupor. Pasa después a poner cara de: ya lo entiendo (y yo pienso, no, no lo entiende, pero tampoco se lo voy a explicar ahora).

Me dice que lo consulta. Regresa desolada y me comunica que, lamentándolo mucho, no le quedan ollas fofiflón de las que a mí me gustan tanto y que lo del micro no es negociable. Acepto mis seis billetes de avión resignada (como cuando me tocaba la muñeca chochona en la feria y yo quería un disco de Spandau Ballet con pelitos del cantante a modo de relicario) y salgo de la sucursal.

Por primera vez, en muchos años, he notado los ojos de alguien incrustándose en mi nuca. El aliento de la directora me perseguía hasta la salida. Pensé, por un momento, en girarme y decirle: Mire usted, es que en mi casa siempre se ha cocinado reutilizando botes de tomate natural triturado y usando un hornillo de mi abuela. ¿Qué quiere que le diga?.

(Quedan muy pocas horas para volver a la realidad).

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo dicho, con los billetes que te regalan a Rabat a verme, y aquí nos agenciamos dos cacerolas en la medina que serán la envidia de tu próximo vecindario. Besos

Alejandra dijo...

No se diga más. Me voy a verte. Nos agenciamos las cacerolas y las probamos en tu cocina. A ver qué pasa.
Aún así, me cuesta la idea de volverme con un juego de cacerolas. Pero aún tengo tiempo para que el cuerpo se me haga a la idea.
Ya estoy soñando con ese momento de gloria: yo, con mi juego de cacerolas de la medina, descendiendo por la escalerilla del avión en Barajas y besando el suelo.
Se me hará eterna la espera.

Anónimo dijo...

En fin... si quieres te presto yo las cacerolas, o te cocino... pero ni te imaginas lo contenta que estoy yo de que el banco te maltrate de esa forma. Estoy por ir a besar a la directora de esa sucursal!!!!!

Alejandra dijo...

Cuando seamos vecinas, querida, te recordaré lo de las cacerolas. Me alegra que te alegre. A mí también se me empieza a remover algo en las entrañas, como si viera Rabat en el horizonte y algunas risas muy ricas.

Marta dijo...

Eso significa que:
a) yo no voy.
b) me pago mi billete (con mi sueldo de parada)
c) las dos anteriores son correctas

...

El caso es que siempre acabo llorando. De verdad que no le veis los inconvenientes a ser las hermana pequeña?
=`(

Alejandra dijo...

Ay, Martita, no le veo inconveniente a que seas la última. Los hermanos pequeños terminais siempre llorando porque estais muy mimadines y blanditos (te recuerdo que yo también son la pequeña, de dos, eso sí...).
La gran ventaja de ser la pequeña es que eres la más joven. Es así de sencillo.
Hablamos en directo, que aquí me da más risa.
Besos.