EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


martes, 29 de julio de 2008

Ramallah (21.07.2008)

Así fue. La mañana del día veintiuno anduve nada más entrar en Ramallah con la presidenta de la Asociación de Mujeres de Ramallah. Pero, en realidad, tuve a bien escaparme en cuanto pude librarme de las tareas de intérprete, para visitar el Democracy Worker's Rights Center, también en la ciudad de Ramallah. Allí entretuve mis horas, charlando con su presidente y hasta la hora de comer. Cosa que sucedió para mi relajo y descanso a una hora temprana y en un lugar que, si os da el cuajo para ir a Ramallah, os recomiendo de todo corazón: el restaurante Ziryab, abajo el enlace. Sé que no es fácil caer en Ramallah, pero si la vida os lleva por allí, es un oasis que no se pude despreciar. Allí tuvo a bien dejarse caer la ministra palestina de la mujer y compartimos mesa, mantel, platillos sin fin y, en mi caso, mi primer y único narguile en este viaje. De dos manzanas, para ser más exactos.
Para completar el día, el consulado español en Jerusalén tuvo a bien invitar a unos aperitivos en el jardín del consulado que, afortunadamente, cae dos pasos más allá de la que ha sido mi casa en Jerusalén. Digo afortunadamente porque mi pie izquierdo empezó a no querer saber nada de mí a esta altura de la película. Justo cuando el consulado se pagaba las copas. Aún así, y en contra de la opinión de mi pie izquierdo, me planté en el consulado y me tomé los aperitivos prometidos.
Y de ahí, a la cama. Sin remedio.
Ese día quise morir definitivamente de calor. Me acuerdo de las calles de Ramallah y se me ponen los pelos como escarpias y se me vuelven a derretir las neuronas.

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