EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


miércoles, 26 de noviembre de 2008

Artículo del escritor español Arturo Pérez-Reverte, publicado en ‘El Semanal’ el 15 de noviembre de 1998

LOS AMOS DEL MUNDO.Arturo Pérez-Reverte.


Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se loscruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, enla agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el desus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van amandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice deprobabilidad del cero coma cero cuatro.Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de unaferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron unmáster en Tokio -o al revés-, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o ala de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capitalmanagement, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilateralesde inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta elpartido del domingo.Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas quecirculan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van aatropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted elconsuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles loshuevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas,tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tanexpertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos,cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinacionesfastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economíaproductiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y conhumo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba ysubirse al carro.Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo.Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio,grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces elpresidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión debancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcioeuroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría enla aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar esepelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en lasegunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos porciento no se encuentran todos los días.Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real,con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, ypalmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometensus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía susfallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: altoriesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Yesos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en laeconomía mundial, muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!-mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban elcotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que laspérdidas, no.Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esospijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran alMonopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores soncolectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas deemergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichisde la Bernarda.Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, lapagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos detrabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y losmillones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantancada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externade países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros deespeculadores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amosde la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismoeconómico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

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