EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


miércoles, 2 de marzo de 2011

Como en España o Ejpaña

A las cinco de la madrugada de hoy se encontraba una en el aeropuerto internacional de Ammán, Reina Alia, en Jordania. Las Reinas, como sabemos, son esas señoras que caminan al lado de los Reyes, que visten elegantemente a costa del pueblo que les paga la cuestión, que no deben de hablar cuando no les toca porque no tienen nada que decir, que patrocinan sus organizaciones, fundaciones, con mucho enfermo, lisiados muy lisiados, niños dejados de la mano de los dioses y así. A veces algunas que aspiran a Reinas no llegan a serlo porque se matan en accidentes de tráfico, lo ponen todo perdido y ya pierden glamour pero pasan a la Historia por la puerta grande por ser princesas tristes y desgraciadas. Y cornudas. Todo en uno.
Andaba yo a esas horas en el supramentado aeropuerto no porque me guste pasear a esas horas por tierras de nadie sino porque era la única manera de volver aquí, donde también hay una Reina y una Princesa, muy estilosa, según dicen y que ahora repite modelito porque estamos en crisis. Cuando de pronto, leyendo prensa, la nuestra, se encuentra de pronto con una dama republicana, la de Siria, también muy estilosa y muy acorde con el gusto monárquico (que diríase reinona de Oriente), muy a lo Rania y a lo Letizia. Salvando que con la que está cayendo me importan todas un bledo, como me importan un bledo sus peluqueras y estilistas, se preguntaba una a las cinco de la madrugada el bonito papel que aún hoy en día tenemos que jugar las señoras. Viendo una a estas señoras, que son unas señoronas muy monas y viendo a los gazaparrullos que tienen por esposos (incluída la difunta), me preguntaba que qué mal hemos cometido contra vosotros naciendo, aparte del delito de haber nacido.
No contenta con esa reflexión tan profunda (os recuerdo que eran las cinco de la madrugada), me siento al lado de unos que intuía coreanos pero han resultado ser compatriotas. Se ve que a esa hora no veo bien y que la miopía hace de las suyas. Dos parejas entraditas en años y carnes. Y ahí sí, he querido morir. Me he tragado la narración de todos los cruceros que habían hecho a lo largo de los últimos años (he calculado que con ese dinero podía yo haberme comprado tres parcelas para prevaricar después con algún ayuntamiento) y la lista era espeluznante. Todo ello, tanto dineral invertido para llegar a la conclusión que yo me temía. En el momento álgido de la conversación, una de las señoras viajadas dice: Ahora bien, como en España, ni hablar...
Acabáramos.
Esto de viajar, amigos, es muy duro. No os lo podéis ni imaginar.

2 comentarios:

filomela dijo...

¿por qué te crees que muchos viajamos con auriculares? Para no oir ( a veces ni con auriculares y rock a todo trapo es posible) a los que hablan incansablemente en aeropuertos y aviones.

Alejandra dijo...

Pues yo, Filomela, estoy pensando en tapiarme los dos oídos con una masilla de cemento que me venga a salvar de todos los males de la humanidad. El resto de los orificios los dejaremos para que sigan cumpliendo sus funciones básicas. Pero he llegado a la conclusión de que taponarme los oídos no es mala medida. Y encima me dan una baja por sorda tapiada e igual hasta me saco una buena pensión.