Hoy, a la salida de la estación de Atocha, le he dado veinte euros a un hombre que decía venir de África, que no hablaba español, que decía haber perdido un tren y tener que coger un autobús para Barcelona y que lloraba y temblaba. No llevaba encima más que una mochila pero el temblor y el llanto eran reales. Inevitablemente, por el escenario y la situación, no he podido dejar de recordar la famosa escena del timo de la estampita. Por un momento, miré a izquierda y a derecha, por si me estaban grabando o por si veía algo anómalo.
De pronto, he pensado que lo más normal era pensar que el tipo decía la verdad. Que si el tipo decía la verdad, era verdad que necesitaba veinte euros. Que si yo le tenía delante y era un tipo correcto y educado, no tenía por qué no creerle. Sin darle más vueltas, le he dado los veinte euros. Timo o no, el llanto y el temblor eran reales. Y por veinte euros, no me vengo a mi casa pensando que no lo hice. Si fue una estafa, eso lo pienso ahora, tampoco nadie me obligó a hacerlo. Ni fui obligada, ni fui presionada, ni nada en la situación me obligó a sacar los veinte euros.
Si no lo fue, el tipo estará llegando a estas horas a Barcelona y a lo mejor cuenta que alguien le ayudó. God bless you, me dijo al irse. En cualquier caso, hoy tengo veinte euros menos y, lo puedo asegurar, ningún remordimiento que ofrecerle a la noche.
Es lo que hay.
2 comentarios:
Pues has hecho bien. Si era un timo, sólo has perdido 20 €, y si era real, igual le has hecho el favor de su vida
Supongo que sí, reencontrada mía. Con ese nombre que te has puesto, das un susto que para qué. Pareces un espíritu, una aparición y mi blog casi la casa de las caras de Bélmez.
Un beso grande.
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