EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


martes, 22 de junio de 2010

Extraño

Hoy reflexionaba una sobre estas cenas de hermandad que están de moda con los antiguos compañeros de colegio, de instituto, de universidad. Parece que provocan alegría. Yo echo la vista atrás, a mis años de colegio, por ejemplo (aparte de que tuve tres colegios y eso influye mucho en lo que voy a decir) y no me entran ganas de volver a encontrarme con nadie, si lo pienso en frío. Tal vez, desde el punto de vista del morbo, pero no mucho más. De lo previo a la primaria, no guardo ni un recuerdo de ninguna cara que me acompañara. De los primeros años en Soria, me sucede algo parecido. Recuerdo vagamente alguna niña, algún rincón, algunos juegos. Pero nada concreto. De los últimos años de primaria, ya en Cuenca, sí guardo recuerdos pero a Dios pongo por testigo que nada me mueve a volver a encontrarme con ninguna de aquellas niñas. Seré borde pero no son nadie en mi vida, no lo fueron, la casualidad nos puso entre las mismas cuatro paredes y no recuerdo tanto a nadie como para querer compartir una cena con ellos. Algo similar me sucede con la secundaria. Y algo también parecido me sucede con la Universidad. Me queda alguna relación de todas las etapas, algo más de la secundaria y un poco más de la Universidad. Pero nada me lleva a pensar que quisiera encontrarme con ellos. Nada me mueve a ello. Rebusco en el interior y no me interesa demasiado saber qué fue de sus vidas, quiénes triunfaron, quiénes se quedaron en el camino. Ni me interesa tampoco contarles mi vida que sé, de antemano, que les importa tanto como a mí me importa las suyas. Igual no soy políticamente correcta pero últimamente, me llegan noticias similares y no le veo el gusto a la cuestión. Tal vez porque el arraigo en mí de ciertas cosas es casi nulo y porque nunca supe muy bien qué eso del arraigo. Viví siempre hija de emigrantes en distintas tierras y el único arraigo que me sigue quedando es donde sé que hay aún una gota de mi sangre. No logré nunca encariñarme con ningún sitio, tanto como para querer volver a él para siempre. No estuve ni estoy siempre ni para siempre en Madrid, ni en ninguna de las ciudades que he conocido. Creo que me pasa también lo mismo con las personas. Difícilmente soporto el arraigo en nadie durante demasiados años. Como con las ciudades, creo que podría sobrevivir sin todas ellas y caer en la más desconocida y volver a empezar. Será extraño, o no, pero igual que jamás volvería a lugares que viví como si fueran la parada final de todo, de igual modo, jamás volvería a algunas personas. Ya no me dicen nada.

No hay comentarios: