EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


domingo, 7 de marzo de 2010

El mar, la mar, el mar...

Mañana regreso de Barcelona después de tres días intensos en la Ciudad Condal (tú eres, pero a mí no me quieres) para volver a regresar el día diez. Una cosa muy organizada y muy bien traída por mí misma que me hace ir a una ciudad, permanecer tres días en ella, regresar de ella, ausentarme dos días y volver otra vez a ella. Ni pies ni cabeza pero las cosas son así.
Por hablar de descubrimientos, hablaré de una calle llena de sirios y libaneses (restaurantes) donde apagué algunas nostalgias, de un castizo restaurante de por aquí (donde me puse las pilas y las botas), de un concierto, de un palacio, de un metro que no conocía, de unas ramblas que sí conocía y de un taxi cochambroso que me ha traído al hotel y que bien podía recordar a los taxis de Alejandría. Por decir algo.
Nunca me hago a Barcelona. Soy de secano, de tierra adentro. El mar me emociona de lejos y en las poesías. No me mueve a nada. No me inspira ni frío ni calor. Echo de menos la meseta dura y pura. Y, sin embargo, me paso media vida hablando del mar. Del Mediterráneo, sin ir más lejos. Ironías del destino.
¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

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