En este momento de la tarde, llevo exactamente doce horas de viaje. Salí del hotel cairota, camino del aeropuerto a las seis de la mañana y ahora mismo, después de unos cuantos kilómetros, estoy en la estación de Chamartín esperando un tren que me llevará a la tierra de mis antepasados. Cuando llegue a destino, serán catorce horas de viaje, varias comidas nefastas, algunos cafés desvaídos, mucho ir y venir de pasillos, miles de caras que no conozco, gentes que no volveré a ver, alguna llamada con malas noticias en los tramos con cobertura, algún cigarro oportuno en los rincones autorizados y, sobre todo, muchas ganas de terminar este viaje y llegar a casa.
Mientras tanto, miro correo y teléfono. No hay mensajes ni correos. Es sábado. Estais todos disfrutando del buen día y sanamente no conectados a ningún aparato. Al parecer, soy la única que aparece por aquí a estas horas de la tarde.
Regional Exprés, con destino, León. Este no es el mío. Estacionado en vía 14. Va a efectuar su salida.
A mí, aún me queda un rato. En unas horas, daremos todo el cansancio por olvidado y por bueno.
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