EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


viernes, 25 de febrero de 2011

Costureros de la democracia

Hace unos días tenía, como sabéis, el privilegio de encontrarme en el escenario tunecino hablando a diestro y siniestro y tomando notitas con un bolígrafo Bic, perfectamente descapullado, como requería la ocasión. El caso es que recuerdo todo al dedillo (incluso cómo se me salió la tinta en un bolsillo por el ajetreo y el maltrato que le di al pobre Bic) pero recuerdo especialmente al portavoz de la comisión de reforma política en Túnez, un jovenzuelo avezado y bien parecido, culto a lo que dejaba entrever, pequeño de tamaño pero grande en ideas que fuez capaz de resumir en treinta minutos de gloria en qué consistía su tarea. Recuerdo sobre todo una expresión que dijo: Somos los costureros de la democracia. Y la sonrisa amplia que le iluminaba la cara al terminar la frase.
Son días de mucha actividad neuronal. La cabeza lleva muchas cuestiones dentro y temo olvidarlas si no apunto hasta las corcheas de lo que oigo. Como si no fuera a entender nada después por haberme saltado un punto. Copio los silencios, las sonrisas, las negaciones, las afirmaciones y cuando recompongo lo que escucho aún me siguen quedando dudas infinitas.
Pero lo de los costureros no se me va de la cabeza. A mí, que no sé si poner un botón en su sitio, lo de coser una democracia me parece una tarea de héroes. Los tunecinos lo son, creo. Lo son los egipcios, los libios masacrados que merecen cada uno de ellos una estatua propia ganada a pulso, los bahreiníes, los yemeníes; los demás que aún no se mueven.
En Túnez, ya están cosiendo. Esperemos que a no mucho tardar todas las piezas estén ensambladas y el resto del tapete árabe esté bien cosido, sin más sietes en su superficie ni más agujeros negros.

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