EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


sábado, 17 de abril de 2010

Un joven poeta recuerda a su padre

Hoy dormí en el avión de vuelta. Tuve la suerte de tener tres butacas para mí sola y pude acostarme. A una sacudida del avión, me desperté. Noté que estaba llorando. Dos lagrimones secos y tontorrones y supe sin duda con quién estaba soñando. Leo esto ahora de casualidad y era esto mismo lo que debía de pensar en sueños. De Raquel Lanseros. Ni en sueños pasa el dolor.

Ahora ya sé que pasé por tu vida
como pasan los ríos debajo de los puentes,
-indiferentes, turbios, orgullosos-,
con la trivialidad desdibujada
de las pequeñas cosas que parecen eternas.

Muchas veces lo obvio
se oculta tras un halo de extrañeza,
tras la costumbre lenta, indistinguible
del aura fugitiva de las vivencias únicas.
Es difícil saber
que la belleza abrupta del vivir cotidiano,
tan desinteresada de sí misma,
nacida sin clamor ni pretensiones
es en esencia tan mágica y rotunda
que resulta imposible de imitar a propósito.
Y es aún más difícil
comprender que la fiesta de las cosas sencillas
casi siempre termina
mucho antes que la voluntad del festejado.

Inmóvil vi pasar ante mis ojos
el desfile callado de tu vida
con tus sueños cansados en otoño,
tus alegrías de puertas para adentro
y tus desvelos discretamente cálidos.
Creo acertar si digo
que nunca te di nada que no fuese
un préstamo a mí mismo.
Te pedí, sin embargo, tantas cosas.

Hoy, inmóvil de nuevo, asisto inerme
a este desfile amargo de tu ausencia
mientras mi corazón -dividido y atónito-
comienza a descubrir que la vida va en serio.

Te recuerdo. Hace frío
y el frío me devuelve
aquella forma tuya tan sutil
de ofrecerme a la vez un corazón errante,
la suerte en un casino de Las Vegas,
la lluvia indescifrable del desierto,
los versos de Machado en un suburbio.

Ahora ya sé que pasé por tu vida indolente y confiado, -sin asombro-,
como suelen vivir todos los hombres
que no conocen todavía la pérdida.

2 comentarios:

Lucía dijo...

He llegado aqui por casualidad.
Aunque realmente creo que nada sucede por azar...
Probablemente para leer lo que yo no soy capaz de expresar con mis propias palabras.
Me gusta tu sitio.

Alejandra dijo...

Yo también llegué aquí por casualidad, Lucía. Nos suele pasar así. Gracias por venir y por tus amables palabras.
Bienvenida.