EL COLLAR DE LA PALOMA




Obrad como si no me hubierais conocido nunca, que yo también obraré como si no me hubieseis conocido ni amado.


martes, 26 de enero de 2010

Saltando el potro

De niña no odiaba muchas cosas pero había una que sí odiaba especialmente: que me obligaran a saltar el potro. Parecía por aquel entonces que todos habíamos nacido para hacer eso con naturalidad y desparpajo y yo, que ahora intuyo que siempre sufrí de vértigo, sufría tanto con la idea que siempre me ponía a la cola y cuando ya me iba tocando, dejaba pasar al que iba detrás de mí hasta que me colocaba la última otra vez. Y nunca lo salté. Creo que el truco siempre me funcionó porque, ahora intuyo, todos mis profesores y profesoras debían también odiar lo del potro y, sobre todo, me debían leer en la cara el pánico que me provocaba la idea. Casi se me oía el rechinar de dientes. Pero es cierto que jamás, nunca, nadie, ninguno me obligó a hacerlo.
Pasado el tiempo, y con otras cuestiones, me veo a veces así. El potro está allí, me da el vértigo de antemano, me pongo a sudar de pensarlo y voy dejando pasar a otros. Por ahora, nadie me ha obligado. Por ahora, el truco cuela. Y es que mucho me temo que otros tantos están tan acojonados como estoy yo con algunas ideas.
Lo que nunca entendí es por qué había que saltar el potro. ¿Era realmente necesario?¿Tan importante era aquello?.

2 comentarios:

Almu dijo...

Pues igual no era importante pero ya que todos lo hacían... O a lo mejor unos sí que pueden hacerlo y otros no, lo importante no es saltar o no sino que cada uno sea feliz con lo que elija, que no se sienta obligada pero que, nadie, ni si quiera tú, tenga miedo a saltar ese potro ni tenga que disimular dejando a otros esa responsabilidad de "no obligar" o de disimular que no ven el miedo.
Mil besetes amiga.

PD: Tanto si salta como si no, si te da miedo o si pasas... yo estoy.

Alejandra dijo...

No esperaba menos. Y ya te digo yo que todos los que saltaron el potro, hoy en día tienen deudas con Hacienda, están en chirona, detenidos por delitos diversos e incluso alguno se quedó impotente. La vida es una mentira.