A estas alturas del año y durante mi vida en Siria, me encantaba pasearme hasta los restaurantes del Rabue, a la salida de Damasco, pedir unas entraditas para picotear al aire libre, charlar hasta altas horas de la noche y regresar caminando a casa. Se ponía hermoso Damasco a estas alturas del año. Me pregunto con pena por sus calles y sus gentes. Reconozco que la nostalgia me está ganando la partida y que daría algunas cosas por poder estar allí. Y a pesar de todo, por ser quien fui. Sobre todo porque había alegría en las tardes del Rabue y serenidad, porque estaba todo por hacer y todo estaba por llegar.
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