Por diverso. Intenso. Como todo este 2011. Todo lo que sucede me saca del sopor que arrastraba a finales del 2010. Casi, de hecho, ni me acuerdo del estancamiento aquel. El 14 de enero, el 25 de enero, el 20 de febrero y ahora el 15, aquí. No daremos casi para abarcar el calendario y las conmemoraciones como esto siga así. Se me ocurre reemplazar a los santos oficiales por estas fechas del 2011 para compensar los siglos de hegemonía católica sobre los actos del día a día. Se me ocurre que podíamos cambiar la Semana Santa por la caída de Mubarak, con su poquito de celebración en el Tahrir o plazas de ese calibre. Se me ocurre que la Natividad podíamos ir cambiándola por la caída de Ben Alí. Vistamos a unos santos para desvestir a otros. Por variar. Por no aburrirnos. Por mantener la emoción. Incluso hay vida en España. Incluso hay aún esperanza. Hay seres atrevidos y atravesados aún por un hilo de vida en la puerta del Sol de Madrid y en otros lugares. Dicen que han acampado allí. Seres que piden cosas raras. Seres que no tienen trabajo, ni ganas de votar a gente que les engaña. Un fenómeno paranormal se está produciendo en nuestra patria: por fin, hay seres quejándose de lo que les pasa, gente amontonada por esa razón y no ha habido partido de fútbol ni nadie ganó a nadie. Donde hay vida, hay esperanza. Me gustan esos seres, no lo puedo remediar. Están provocando un extraño fenómeno paranormal.
Me gusta el 2011. No lo puedo remediar.
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